

En este caso, os voy a presentar un poema de Francisco Onieva.
El centro de la piedra.
El agua -compasiva, nueva y justa-
cae con precisión por fin
sobre el lentisco.
Entre su vertical existencia,
la luz secreta y frágil
de un sol primero
mide la masa exacta
de cada ser.
Su claridad acuosa
muestra la intimidad
de lo que nos rodea.
La piedra ocupa el sitio de la piedra.
Como el río discurre el río
y los pájaros se guarecen
como pájaros,
hechos ovillos de silencio y espera,
bajo un árbol
que tiene aspecto de árbol.
La humedad de los días invernales
va acercándonos a la transparencia
olvidada del mundo
y nos confírma
las razones del agua
que cae más allá
del centro de la piedra
desnuda.
(De Perímetro de la tarde, Rialp, 2007, Accésit del Premio Adonáis.)
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